domingo, 20 de julio de 2008

Olvena Cuatro (D.O. Somontano)

Esta semana pasada hemos estado de viaje por gran parte de la península. En total, hemos pasado por los viñedos de Ribera del Duero, Cigales, Rioja, Somontano, Costers del Segre, Ribera del Arlanza, Cariñena, Calatayud, Campo de Borja,... incluso Jurançon, en Francia. Hemos probado vinos nuevos, no muchos, puesto que los kilómetros a recorrer no nos permitían probar vino a mediodía, sino sólo por la noche, cuando el coche estaba aparcado hasta el día siguiente.

Algunos vinos conocidos, algún descubrimiento interesante (el Laus Crianza 2002, buen vino que no conocíamos, también de Somontano), pero sin duda lo mejor que hemos probado proviene de la bodega Olvena: el Olvena Gewürztraminer y el Olvena 4.
El Gewürztraminer lo probamos en el Museo del Vino de Somontano y Centro de Interpretación, en Barbastro. ¡Qué pena de sitio! Es agradable, cuidado, acogedor, pero demasiado funcional: una pequeña tienda, sin nadie que te pueda explicar las particularidades de cada vino, una sala de proyección, donde exponen vídeos explicativos de la D.O. (a petición de los visitantes, pero lo curioso es que no hay ningún cartel o indicativo donde se ofrezca esta opción), y un restaurante infame. Realmente infame.
Para empezar, no tienen carta de comidas. Sólo disponen de tres o cuatro primeros, y de tres o cuatro segundos, que te anuncia la camarera (que no es otra que la chica que atiende en la tienda, por lo que no se puede esperar un servicio rápido ni atento: cuando quisimos algo, tuvimos que esperar pacientemente a que la chica se dignara a pasarse por el restaurante).
También pasa por la sala la cocinera, pero casi mejor que no lo hiciera, porque se presenta con el delantal sucio que no mejora la imagen de sus platos.
Con respecto a los vinos, tienen dos o tres vinos recomendados, que supongo que los cambiarán cada semana, aunque te abren la posibilidad de consumir cualquiera de los vinos de la tienda. No por copas, que sería lo recomendable, puesto al que se acerca al Museo se le presupone interés por los vinos, sino por botellas. Y eso es precisamente lo que hacen: te traen la botella desde la tienda, por lo que si eliges un blanco, como hicimos nosotros, tienes que esperar al menos media hora para que alcance una temperatura mínimamente aceptable. ¿Tan difícil es tener una cava de vinos para que los blancos estén a la temperatura adecuada? Con tantas bodegas representadas ¿no pueden hacer el esfuerzo, aunque sea entre todas, de suministrarle una?
La comida además no acompañaba: cada vez que salgo de mi tierra suelo aceptar las recomendaciones de los camareros, y optar por algún plato típico de la zona. En este sitio no nos recomendaron nada, y en cuanto a la tipicidad de la comida, no sé si el gazpacho y el secreto ibérico que terminé pidiendo son típicos de Barbastro, aunque sería la primera noticia. El resultado era previsible: el secreto ibérico a la brasa estaba crudo.
A mí me gusta la carne al punto, lo que en un solomillo de ternera implica que, por dentro, esté ligeramente crudo, pero cualquiera que sepa de cerdo sabe que en el secreto ibérico el punto es bastante superior. Cuando lo devolví a la cocina, me lo devolvieron convertido en un churrasco. Un desastre. Y digo yo: si sólo ofrecen cuatro platos, ¿no sería mejor que al menos los supieran hacer?
Volvamos al vino: cuando terminamos la comida, compramos una botella del Olvena Gewürztraminer, espectacular, y una de este Olvena 4, que probamos luego por la noche. Un último consejo: no compréis en la tienda del Museo, los precios son muy superiores a los de cualquier otra tienda del pueblo, como pudimos comprobar después con sorpresa.
Respecto al Olvena 4, es un vino excelente, con la suavidad de los Somontano con muy buenas notas procedentes de la crianza, lo que le convierten en un vino excepcional.
Vista: Color cereza intenso, con capa media a alta. Lágrima densa.
Olfato: El cacao de la Merlot predomina, junto con los balsámicos de la madera. También ciruela, café, moka y grosellas.
Gusto: Compota de fruta negra, vuelven los balsámicos. Redondo, ligeramente carnoso y sabroso.
A pesar de la mala experiencia con el Museo del Vino de Barbastro, el placer de disfrutar de vinos como éste compensa el "mal trago"